Ante este título, algún lector, tal vez ya anclado en la diáspora y con recuerdos vanos de sus primeros paisajes, dirá: "¿Pero aquí no se escribía sobre San Vicente de Alcántara?, ¿Acaso trasladaron la plaza de toros de Alburquerque a nuestro pueblo?".
Pero no, no hay sorpresas ni cambalaches de Estaciones de Trenes cambiadas por Plazas de Toros. Con poco esfuerzo recordará el lector este paisaje. Alcornoques, encinas y “canchos”, lo forman , y no por cotidiano debe pasar fugaz ante nuestra mirada.
No es rica dehesa, ni tierra para “cebá-avena”, no muy buen terreno de viñas, y las huertas son pequeñas. Pero ahí está, con sus vivares de conejos, y con sus “chicharras” de verano. Parte de nosotros y nosotros parte de él.
Pero no, no hay sorpresas ni cambalaches de Estaciones de Trenes cambiadas por Plazas de Toros. Con poco esfuerzo recordará el lector este paisaje. Alcornoques, encinas y “canchos”, lo forman , y no por cotidiano debe pasar fugaz ante nuestra mirada.
No es rica dehesa, ni tierra para “cebá-avena”, no muy buen terreno de viñas, y las huertas son pequeñas. Pero ahí está, con sus vivares de conejos, y con sus “chicharras” de verano. Parte de nosotros y nosotros parte de él.
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