martes, 24 de octubre de 2006

Hace falta estar ciego...


Las calles vacías hacen,
que me plague de nostalgias,
cuando mis pasos al alba,
suenan de forma metálica.

Recuerdos de mi niñez,
en San Vicente de Alcántara,
donde se forjan los hombres,
como yelmos en las fraguas.

Pasan raudos los chiquillos,
jubilosos y contentos
y yo monótono y triste,
voy arrastrando mis huesos.

Hace aún pocos años,
yo, con mis viejos amigos,
en las noches rasas de enero,
en el frío y en el miedo.

Nos hablábamos distantes,
bajo un antiguo silencio,
en las noches estrelladas,
alrededor de mi pueblo.

El vapor de nuestras bocas,
hacia el cielo emanaba en vertical,
niños de cara impasible,
con ojitos de cristal.

Contábamos mil historias,
bajo el misterio confuso,
de un pensamiento infantil,
que meditábamos juntos.

Las sinuosas callejas,
de olivos enarboladas,
era escenario nostálgico,
para emprender las cruzadas,

Raspaduras, heridas, pedradas,
no nos importaba nada,
nuestra fina piel de mármol,
con valor las soportaba.

Hace falta estar ciego,
para no recordar esto,
gloriosos días de infancia,
marcados sobre mi cuerpo.

Una luz en mis huesos determina,
la existencia pasada de un torneo,
donde un niño travieso, derrotaba,
con su lanza a un hombre aventurero.

Sólo la noche lo sabe,
y los olivos más viejos,
los que no levantarán,
jamás mi eterno secreto.

El secreto de la noche,
el secreto de los miedos,
con el cual me encontraré,
cuando el alma vuelva al cuerpo.

Ese día llegará,
cuando mi cuerpo, ya viejo,
se funda sobre la tierra,
del pueblo Sanvicenteño.


Espero que alguien más se identifique con este tipo de recuerdos. "Ron".

No hay comentarios:

Publicar un comentario